
25 Ago ¿Qué pan comían los romanos? Viaje a las raíces de la panadería europea
Cuando nos sentamos a la mesa frente a un buen pan, pocas veces pensamos en la larga historia que hay detrás de ese gesto cotidiano. Pero si viajáramos al pasado, a la Roma de hace más de dos mil años, descubriríamos que el pan ya era parte esencial de la vida diaria, la economía e incluso la política del Imperio.
Hoy te invitamos a hacer un viaje en el tiempo para descubrir qué tipo de pan comían los romanos y cómo sus tradiciones han llegado hasta nuestras mesas.
Pan, civilización y poder: el pan en la Antigua Roma
Para entender la importancia del pan en la cultura romana, basta con recordar la famosa expresión “panem et circenses” (pan y circo), que resumía la estrategia del poder político para mantener a la población tranquila y entretenida. El pan no solo era un alimento básico, sino un elemento clave en la estabilidad del Imperio.
Desde el siglo I a.C., Roma contaba con graneros públicos, molinos comunales y hornos estatales, y a muchos ciudadanos se les entregaba pan gratuito como parte del “annona”, una especie de subsidio alimentario. Este reparto de pan ayudaba a mantener contenta a la plebe… y en su sitio.
¿Cómo era el pan romano?
Los romanos elaboraban diferentes tipos de pan, adaptados a clases sociales, regiones y ocasiones:

Panis Quadratus
El más famoso, y el que ha llegado hasta nosotros gracias a los hallazgos de Pompeya, era un pan redondo, marcado con divisiones en la parte superior, lo que facilitaba repartirlo en porciones iguales. Su forma recuerda mucho a algunos panes rústicos actuales.
Panis Siligineus
Un pan blanco y refinado, hecho con “siligine”, una especie de trigo muy fino. Era considerado un pan de lujo, reservado para las élites.
Panis Rusticus
Era el pan más común entre las clases trabajadoras. De aspecto más basto, elaborado con harinas menos refinadas o incluso con mezcla de cereales, como cebada o espelta. Su textura era más densa, y su sabor más intenso.
Panis Testuacius
Este tipo se cocía dentro de una olla de barro o directamente bajo las cenizas, cubierto con una tapa caliente. Una técnica parecida a la cocción en horno de piedra, que deja panes con corteza crujiente y miga compacta.
Molinos, hornos… y panaderos profesionales
Con el crecimiento de las ciudades romanas, el pan dejó de elaborarse solo en casa. A partir del siglo II a.C., los panaderos se convirtieron en una figura clave, especialmente en Roma. De hecho, la ciudad llegó a tener más de 300 panaderías activas.
Los molinos de trigo eran movidos por esclavos, mulas o, en las villas más avanzadas, incluso por agua. El pan se horneaba en fornos con cúpula, similares a los hornos de leña actuales.
Los panaderos romanos incluso marcaban sus panes con sellos —una forma rudimentaria de “branding”— para distinguir su elaboración.
Ingredientes de ayer, saberes de hoy
Aunque los romanos no usaban levaduras como las actuales, sí conocían técnicas de fermentación natural a base de “masa vieja” (el germen de nuestra actual masa madre). Además, añadían a menudo ingredientes como:
Aceite de oliva
Miel o mosto
Hierbas aromáticas
Quesos, frutas secas o nueces
Muchos de estos ingredientes siguen presentes en panes especiales que elaboramos hoy en día en Eurobakeries, desde los panes con nueces hasta los panes de aceituna o de pasas.
Un legado que sigue vivo
El pan que se servía en los banquetes romanos, el que se repartía en el foro, el que amasaban las familias campesinas… todos ellos forman parte de la memoria panadera europea. Y aunque la maquinaria ha cambiado y los ingredientes se han perfeccionado, la esencia del pan sigue siendo la misma: un alimento humilde, sabroso y profundamente humano.
En Eurobakeries, cada vez que diseñamos un pan nuevo, pensamos en ese legado. Porque detrás de cada receta hay siglos de historia, innovación… y muchas manos que, generación tras generación, han seguido amasando.
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